martes, 12 de junio de 2012

El Niño Cóndor

  Hace algún tiempo atrás, en el norte de Chile, existía un alegre niño que jugaba y cantaba en su pequeño pueblo de casas de adobe y techos paja. Solía subir una colina cercana, desde la cual se podía ver la cordillera que se erguía imponente sobre el pueblo como si un tsunami de rocas y tierra fuera a caer sobre esas pocas casas que había ahí, en ese paraje perdido en el desierto.

  Un día el niño se preguntó: "¿cómo será el lugar que está más allá de esas grandes montañas?", "¿algún día podré conocer otros lugares que miren hacia esta misma cordillera?", luego cayó en un profundo sueño, del cual despertó sólo para alcanzar a ver cómo un cóndor se dejaba caer en picada contra él, el niño intentó escapar pero sólo logró que el cóndor lo tomara por los hombros con sus garras y se lo llevara volando.


  El niño se dio cuenta casi de inmediato, que el cóndor lo había tomado con una gran delicadeza, pues no sentía que le enterrara sus garras sino que, más bien se sentía seguro y comenzó a disfrutar del paisaje que sus ojos veían, las grandes montañas, los valles, los ríos, las siembras, los caminos, las casas... ...¡todo era maravilloso!, y así fueron internándose cada vez más adentro de las montañas. Pasando quebradas y montañas, llegaron a un punto donde sólo podían verse montañas hacia cualquier lado que uno mirara.

 En ese momento el cóndor abrió sus garras y el niño comenzó caer, pero lejos de sentir miedo estaba feliz de sentir el viento en su cuerpo y de poder ver todo desde arriba...y justo antes de que el niño tocara el suelo, nació un nuevo cóndor que salió volando extendiendo sus grandes alas y subiendo majestuoso sobre las cumbres, comenzó a volar...a volar, volar y volar, fue hacia el sur donde las montañas son más bajas y conviven con glaciares y hielos eternos, cruzó al otro lado de la cordillera y pudo ver una tierra de pampas y gauchos, fue más al norte y conoció lugares selváticos y húmedos. Y así el cóndor fue feliz, siempre volando y conociendo lugares con vistas maravillosas y, tal vez un día, encuentre a un niño que quiera conocer nuevos lugares y lo invite a volar con él.

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